La electricidad ha sido utilizada para tratar una variedad de afecciones desde tiempos remotos; los efectos terapéuticos de las descargas eléctricas del pez Torpedo eran bien conocidos en la antigüedad y fueron descriptos en el siglo I por Scribonius Largus, un médico griego que ejercía en la antigua Roma.

Mucha agua corrió debajo del puente hasta que, sin duda alguna, el concepto moderno de la Estimulación Cerebral Profunda (DBS por sus siglas en inglés) fue anunciado en 1987 por el equipo del neurocirujano Alim Benabid en Grenoble, Francia, a través de su publicación sobre la supresión completa del temblor implantando un electrodo profundo para estimulación crónica en un núcleo del cerebro denominado tálamo.

Posteriormente en 1993, la introducción de esta técnica en el núcleo subtalámico por el mismo grupo, demostrando seguridad y eficacia de este método -incluyendo su potencial para reducir la dosis de medicamentos dopaminérgicos en los pacientes-, finalmente permitió la difusión de esta técnica alrededor del mundo.   

De esta manera, la utilización de la Estimulación Cerebral Profunda fue aprobada por los organismos regulatorios de Estados Unidos en el año 1997 para el tratamiento quirúrgico del Temblor Esencial, en 2002 para la Enfermedad de Parkinson y en 2003 para Distonía. 

Argentina no estuvo ajena a esta revolución terapéutica, por el contrario, fue uno de los países en adoptar y desarrollar la Estimulación Cerebral Profunda para el tratamiento de pacientes portadores de enfermedad de Parkinson con muy buenos resultados.

Actualmente es considerado el tratamiento quirúrgico de elección para el control de los síntomas presentes en la enfermedad de Parkinson (temblor, rigidez muscular, lentitud en los movimientos e inestabilidad), fundamentalmente por tratarse de un procedimiento mínimamente invasivo, seguro y eficaz, por su esencia reversible y ajustable respectivamente.

El vertiginoso avance tecnológico, asociado al desarrollo de los sitemas utilizados hoy en día permite el ajuste de todos los parámetros del generador de impulsos (frecuencia, amplitud, ancho de pulso) mediante una simple maniobra con un dispositivo externo, acompañando la progresión de los síntomas padecidos por los pacientes con los ajustes necesarios de los paradigmas de estimulación. ¡En síntesis, un tratamiento a medida para cada paciente!             

Fabián Piedimonte

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