La hipertensión pulmonar es un tipo de presión arterial alta que afecta a las arterias de los pulmones y al lado derecho del corazón.

En una forma de hipertensión pulmonar, las pequeñas arterias de los pulmones, denominadas «arteriolas pulmonares» y los capilares se estrechan, bloquean o destruyen. Esto dificulta el flujo de la sangre a los pulmones y eleva la presión arterial en las arterias pulmonares. A medida que aumenta la presión, la cavidad inferior derecha del corazón (ventrículo derecho) debe trabajar más para bombear sangre a los pulmones, lo que finalmente causa que el músculo cardíaco se debilite y falle.

Algunas formas de hipertensión pulmonar son afecciones graves que empeoran progresivamente y, a veces, son mortales. Si bien algunas formas de hipertensión pulmonar no pueden curarse, el tratamiento puede ayudar a disminuir los síntomas y mejorar tu calidad de vida.

A  Se puede tratar de forma natural, es decir, simplemente con cambios en el estilo de vida y sin fármacos

Ya se ha hablado mucho sobre la hipertensión pulmonar y sobre el impacto que tiene la enfermedad en la vida de los pacientes. Lo que está pendiente es hablar acerca de los tratamientos disponibles. Es fundamental entender que cada paciente requiere un tratamiento distinto, ya que las causas de hipertensión pulmonar son diferentes y la respuesta de cada paciente también.

El manejo puede incluir los siguientes puntos: 

• Cambios en el estilo de vida.

• Uso de fármacos.

• Tratamiento quirúrgico paliativo.

• En última instancia trasplante pulmonar. 

El tratamiento debe ser permanente, es decir debe seguirse a partir del diagnóstico sin suspenderse; el de soporte, es útil para mejorar la calidad de vida al disminuir los signos y síntomas de la enfermedad; paliativo, cuyo objetivo es retrasar el progreso de la enfermedad cuando ésta se encuentre en etapas avanzadas. Es importante hacer notar que la enfermedad no puede curarse, es de tipo crónico, es decir empeora y por lo tanto se modifica con el tiempo.
 

B Tratamiento farmacológico

Los siguientes medicamentos son los más utilizados, sin embargo, el médico puede indicar algún otro de acuerdo a su criterio. Oxígeno. Se utiliza para subir la concentración de oxígeno en la sangre. Puede utilizarse por periodos o de modo continuo. Favorece en gran medida la disminución de los síntomas y evita significativamente el progreso de la enfermedad.  

Anticoagulantes orales como warfarina. Reducen el riesgo de que se formen pequeños coágulos en las arterias pulmonares, evitando infartos cerebrales u otros problemas circulatorios. Diuréticos como furosemida. A dosis bajas ayudan a evitar que se acumule líquido en los tejidos y pulmones reduciendo así el edema y ayudándole a respirar con mayor facilidad. También, debido a la insuficiencia cardiaca derecha, pueden mejorar los síntomas de ésta.

Bloqueadores de canales de calcio. Como nifedipino o diltiazem. Contribuyen a la relajación del músculo de los vasos sanguíneos, provocando que se dilaten, ayudando al corazón a reducir su esfuerzo y a aumentar la cantidad de sangre que libera. De igual manera incrementan la distribución de oxígeno en los órganos. Para ser suministrados, primero debe efectuarse la prueba de reactividad vascular pulmonar. Prostaciclinas como epoprostenol, treprostinil, iloprost. Poseen el efecto de dilatar las arterias pulmonares. Sus presentaciones son la forma intravenosa como el epoprostenol, la subcutánea como treprostinil y la inhalada como el iloprost. Su eficiencia, administrada vía oral, es menor que la vía intravenosa, inyectada bajo la piel o inhalada. Estos medicamentos ayudan a incrementar la actividad física.

Inhibidores de fosfodiesterasa como sildenafil, bardenafilo y tadalafilo. Favorecen, al igual que la prostaciclina, la dilatación de las arterias pulmonares, mejorando considerablemente los síntomas. Estos fármacos han mostrado utilidad en la mayoría de los pacientes sin importar su sintomatología. Inhibidores del receptor de endotelina como bosentan, sixtasentan, ambrisentan. Estos medicamentos mejoran la capacidad de la persona para realizar ejercicio. Además mejora el funcionamiento del corazón lo que ayuda a disminuir en forma importante los síntomas.    
 

C Tratamiento quirúrgico

El tratamiento farmacológico ha modificado de manera favorable la calidad de vida y la sobrevivencia de los enfermos. Sin embargo, no todos los pacientes responden al tratamiento médico ni tampoco existen disponibilidad de los fármacos empleados. Para los enfermos refractarios al tratamiento farmacológico existen dos alternativas: la septostomía auricular y el trasplante pulmonar y cardiopulmonar. 

El principal tratamiento quirúrgico es la septostomía. Ésta es una opción para mejorar los síntomas de la falla cardiaca derecha. Se realiza de manera parecida a un cateterismo cardiaco derecho. A través de una vena de la pierna, se introduce una guía metálica que llega al corazón en sus cavidades derechas. Con esta guía metálica, que en términos prácticos no es más que un alambre sofisticado, se abre la pared que separa las dos aurículas del corazón.

Este procedimiento alivia el exceso de presión existente en el corazón y mejora los síntomas, en específico el edema. Sin embargo, no es un tratamiento definitivo y algunos síntomas, incluida la fatiga, suelen persistir en menor o mayor grado. Por lo anterior, antes de someterse a cualquier procedimiento quirúrgico, es importante evaluar la proporción riesgobeneficio. Esta se ha utilizado también como puente para el trasplante. El procedimiento no está exento de riesgos por lo que debe realizarse en centros especializados. Cerca de 9 de cada 10 pacientes sobreviven los tres años siguientes a la septostomía.

El trasplante pulmonar y cardiopulmonar representa en la actualidad la última opción en el tratamiento de la hipertensión pulmonar. Las indicaciones y el tiempo óptimo para realizarlo son decisiones ahora más complejas ante el relativo éxito del tratamiento médico. Actualmente en México el trasplante ofrece una pobre sobrevida y la técnica no ha sido perfeccionada.

La probabilidad de éxito para el trasplante es mayor en los Estados Unidos de América, sin embargo, su realización implica elevados costos. Siete de cada diez pacientes sobreviven tres años a partir del trasplante pulmonar. d. Rehabilitación pulmonar Es importante impulsar a los pacientes a permanecer activos a pesar de los inconvenientes de su condición. Los niveles de dificultad ocasionados por la enfermedad, como lo es al respirar, pueden ser controlados evitando esfuerzos que aumenten los síntomas (respiración difícil, mareos, dolor torácico).

Actualmente, se ha demostrado el beneficio de iniciar un programa de entrenamiento físico para la mejoría de la enfermedad. Estos deben ser dirigidos y coordinados por personal especializado, que evalúen las condiciones físicas de cada paciente. La adhesión a estos programas se debe en gran medida a la sensación de seguridad que manifiestan los pacientes con respecto a la enfermedad, mejorando los aspectos psicológicos relacionados.   

Las evidencias confirman la pérdida de masa muscular periférica en pacientes con hipertensión pulmonar avanzada, que se puede corregir con un programa de rehabilitación pulmonar definido por su especialista. La severidad de la enfermedad determinará que tipos de ejercicios son adecuados, tiempo de dedicación y esfuerzo. 

Bibliografía

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