La artritis reumatoide es una enfermedad crónica y degenerativa que se caracteriza por provocar la inflamación de la membrana sinovial (membrana que alimenta, protege y cubre los cartílagos) de las articulaciones y en los tejidos circundantes.

En algunas ocasiones la artritis puede tener un comportamiento extraarticular y dañar órganos y sistemas como el corazón, el riñón y el pulmón. Por este motivo es una enfermedad sistémica.

La inflamación de esta membrana es la responsable del dolor, de la hinchazón claramente visible, de la sensación de rigidez que los pacientes pueden sentir por las mañanas y de la pérdida de la movilidad articular.

Afecta con más intensidad a unas articulaciones que a otras, principalmente a las más móviles como las manos y los pies, los codos, los hombros, las caderas, las rodillas y los tobillos. Hay algunas que nunca se ven afectadas.

Si la inflamación permanece de forma mantenida y no se controla puede acabar dañando los huesos, los ligamentos y los tendones que hay alrededor de la articulación. Esto puede provocar una deformidad progresiva de las articulaciones y la pérdida de la capacidad para realizar movimientos y tareas cotidianas. Todo esto repercute en la calidad de vida de los pacientes.

Incidencia
Según el estudio Episer sobre el impacto y la prevalencia de las enfermedades reumáticas, realizado por la Sociedad Española de Reumatología (SER), se estima que a nivel mundial esta patología afecta entre un 0,5 y un 0,8 por ciento de la población, es decir, aproximadamente a cinco personas por cada mil a nivel mundial. Sin embargo, todavía hay muchas personas que no están diagnosticadas.

Según la SER, en España hay más de 200.000 personas con artritis reumatoide y cada año se diagnostican 20.000 casos nuevos. “Ésta es una cifra destacable porque la artritis reumatoide es la más incapacitante de las enfermedades reumáticas”, explican desde la sociedad.

Su incidencia es mayor en las mujeres que en los hombres. De hecho, por cada 3 diagnósticos en mujeres se realiza sólo uno en los hombres. Aunque puede afectar a cualquier persona y aparecer a cualquier edad, se suele manifestar con más frecuencia en mujeres de 30 a 50 años.

Dentro de la misma área geográfica hay una tendencia a una mayor aparición en municipios urbanos frente a los rurales.

Los pacientes que fuman padecen la enfermedad de forma más severa que los no fumadores.

Causas
La causa de la aparición de esta enfermedad es desconocida. Se han estudiado agentes infecciosos como las bacterias o los virus y, aunque se han encontrado datos sugerentes en algunos casos, aún no hay evidencias que confirmen su implicación.

Los especialistas creen que puede tener un origen genético puesto que el propio sistema inmune ataca a las articulaciones porque no las reconoce como propias y por ello se inflaman. Lo que se conoce como enfermedad autoinmune. Asimismo, se cree que ciertas proteínas que se transmiten de forma hereditaria podrían predisponer a la enfermedad.

Las diferencias en la frecuencia de la enfermedad hacen que los especialistas también sugieran que existen factores medioambientales que intervienen en la aparición de la enfermedad.

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Síntomas
Tal y como indican desde la Sociedad Española de Reumatología, la enfermedad comienza de forma lenta e insidiosa con manifestaciones generales que presentan otras enfermedades, como la fiebre o la astenia.

Sin embargo, el síntoma principal de esta enfermedad es la afectación de las articulaciones diartrodiales. Inicialmente se produce una inflamación que resulta apreciable a simple vista y causa dolor en el individuo que la padece. Junto con la inflamación, pueden aparecer otras manifestaciones como son el aumento de volumen, rigidez tras el descanso nocturno que va desapareciendo progresivamente a medida que el paciente ejerce su actividad diaria, debilidad muscular y limitación de la movilidad.

Asimismo, pueden aparecer abultamientos duros (nódulos reumatoides) en las zonas de roce de la piel como los codos, el dorso de los dedos de las manos y de los pies, que también pueden localizarse en el interior del organismo.

Si la enfermedad está en un estadio avanzado, el paciente puede tener alguna deformidad debido al deterioro progresivo de las articulaciones afectadas. Además, puede evolucionar y afectar a órganos vitales como el riñón o el pulmón.

A menudo causa sequedad de la piel y las mucosas. Esto ocasiona una inflamación y posterior atrofia de las glándulas que generan las lágrimas, la saliva, los jugos digestivos o el flujo vaginal (síndrome de Sjögren).

También puede producir algo de fiebre y, en ocasiones, inflamación de los vasos sanguíneos (vasculitis), que provoca lesiones de los nervios o llagas en las piernas (úlceras). Otros síntomas son la inflamación de las membranas que recubren los pulmones (pleuritis) o de la envoltura del corazón (pericarditis), o bien la inflamación y las cicatrices de los pulmones pueden producir dolor torácico, dificultad para respirar y una función cardíaca anormal.

“A largo plazo, las consecuencias de la enfermedad dejada a su evolución son la limitación e incapacidad para la realización, inicialmente, de las actividades laborales y, posteriormente, de la vida diaria del sujeto que la padece.

Prevención
En la actualidad no existe ninguna medida que ayude a prevenir la aparición de la artritis reumatoide. No obstante, los expertos recomiendan realizar actividad física de forma habitual para favorecer el uso de todas las articulaciones.

Además, una vez que la artritis reumatoide se ha diagnosticado, recomiendan seguir adecuadamente el tratamiento para prevenir el avance de la enfermedad.

Realizar ejercicio de ayuda a prevenir la evolución de la enfermedad.

Diagnóstico
Aunque no existen pruebas específicas, el diagnóstico de esta patología es relativamente sencillo si el paciente acude al reumatólogo ante la sospecha de tener algunos de los síntomas ya descritos.

Si la enfermedad está en una fase inicial, el diagnóstico puede ser más complicado ya que todos los síntomas puede que no aparezcan en las pruebas del laboratorio, ya que la valoración de la enfermedad es fundamentalmente clínica. “Se hace en presencia de una serie de signos y síntomas en las articulaciones en forma de poliartritis (artritis de múltiples articulaciones) de naturaleza simétrica), curso crónico (más de 6 semanas) y con afectación prácticamente constante de articulaciones de manos”, especifican desde la Sociedad Española de Reumatología.

El problema a la hora de diagnosticarlo es que existen otras enfermedades reumáticas, como el lupus o la artritis psoriásica que en las fases iniciales pueden confundirse con la artritis reumatoide.

Durante la evaluación el reumatólogo puede realizar una serie de exploraciones complementarias para facilitar el diagnóstico:

Análisis de sangre.

Pruebas del factor reumatoide.

Prueba para detectar anticuerpos frente a péptidos citrulinados. Estos anticuerpos están presentes en las dos terceras partes de los pacientes con esta patología.

Radiografías para detectar la presencia de erosiones.

Tratamientos
La artritis reumatoide es una enfermedad crónica que en la actualidad no tiene ningún tratamiento que permita curar la patología. Sin embargo, las terapias farmacológicas y estrategias de tratamiento son muy eficaces y permiten un buen control de la enfermedad.

El tratamiento de la artritis reumatoide engloba dos tipos de fármacos: los que se utilizan para aliviar el dolor (antiinflamatorios y corticoides), y los que sirven para modificar la enfermedad a largo plazo. Estos últimos pueden ser efectivos semanas e incluso meses después del tratamiento. No son eficaces en el cien por cien de los pacientes, según la Sociedad Española de Reumatología, por lo que habitualmente el médico prescribe varios de forma secuencial hasta encontrar aquel que sea más eficaz y mejor tolerado por el paciente.

El pilar fundamente de la terapia son los fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (Fames). Entre ellos, el más utilizado es el metotrexato. Otros medicamentos serían la sulfasalazina, la leflunomida o las sales de oro (hoy en día en desuso).

Según la SER, la prescripción precoz de estos tratamientos es fundamental para reducir al máximo la inflamación articular y la progresión de la enfermedad.

En los casos en los que los Fames no funcionan de forma adecuada los especialistas tratan la patología con terapias biológicas. Estos son medicamentos diseñados con fórmulas complejas que incluyen los antagonistas del TNF (etanercept, adalimumab e infliximab), abatacept y rituximab. Estos fármacos han demostrado ser muy eficaces para mejorar el dolor y la inflamación y para evitar la destrucción articular.

Tanto las terapias biológicas como los Fames pueden tener efectos secundarios, pero en general son bastante seguros y los pacientes los toleran bien.

Si la enfermedad está muy avanzada, el paciente puede necesitar cirugía.

Otros datos
Relación con el tabaco
Numerosos estudios han demostrado que existe una asociación entre el consumo de tabaco y el desarrollo de la enfermedad. Sin embargo, desde la Sociedad Española de Reumatología indican que la relación causal entre el tabaco y el desarrollo de la patología es compleja.

Por otro lado, los estudios también han demostrado que los pacientes que fuman padecen la enfermedad de forma más severa que aquellos que no son fumadores.

Pronóstico
El pronóstico de la enfermedad es muy variable, ya que en algunos casos existen enfermedades benignas que se pueden controlar con un tratamiento sencillo y otras en las que la enfermedad evoluciona de forma muy rápida y el pronóstico es fatal en poco tiempo.

Desde la SER destacan que si la artritis no se trata de forma adecuada, lo habitual es que la enfermedad evolucione hacia la destrucción articular irreversible con un deterioro de la capacidad pulmonar importante. Este pronóstico varía si se aborda con el tratamiento óptimo.

Además, existen factores de riesgo que empeorar el pronóstico: el inicio de la enfermedad a edades jóvenes, fumar, la existencia de anticuerpos antiproteínas citrulinadas o el factor reumatoide o la afectación de otros órganos, por ejemplo.

Vivir con la enfermedad
El primer paso que debe dar una persona diagnosticada con artritis reumatoide para adaptarse a su enfermedad es evitar llevar una vida agitada, los movimientos bruscos e intentar dormir una media de 10 horas.

Además, conviene que estos pacientes evitan aquellos trabajos que requieran un ejercicio físico intenso. Durante la jornada laboral, deben mantener una posición recta en el asiento y evitar permanecer con el cuello o la espalda flexionados durante mucho tiempo. Asimismo, durante el reposo es conveniente mantener una postura adecuada, evitar doblar las articulaciones y mantener los brazos y las piernas estirados.

Respecto al calzado, los especialistas aconsejan que sea elástico, firme y de piel. El talón debe estar sujeto, la puntera ancha y el empeine lo suficientemente alto para que no se produzcan rozaduras.

La obesidad puede provocar una sobrecarga sobre las articulaciones, por ello, hay que intentar llevar una dieta sana y equilibrada y evitar aumentar de peso.

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