¿Cuántas veces agarramos un alimento y miramos cuantas calorías tiene o aporta por porción? Pensar que ese alimento es bueno o malo por el número, es un error. Pensar que el éxito de una dieta será en base a ciertas calorías diarias a consumir, también. Es en ese instante cuando dejamos de ser consumidores inteligentes y nos alejamos cada vez más de los hábitos saludables.

Contamos calorías pero no pensamos en los nutrientes que nos aportan esos alimentos. No pensamos si tienen fibra, grasas saturadas o ácidos grasos esenciales; si son bajos o altos en sodio o si nos aportan alguna vitamina. No tenemos en cuenta sucalidad. Pensamos que las bajas calorías son un sinónimo de buena alimentación, nos obsesionamos y también nos limitamos a comer determinado alimentos por calificarlos como “engordantes”. Preferimos la comida por su envase y no por lo que contiene dentro.

El exceso de información nos confunde y la oferta del mercado también. Cada vez existen más productos bajo la denominación de “light”, “Cero” o “Bajas calorías” y más productos que se identifican por su color verde. Ahora bien, ¿cómo hará la industria para disminuir la cantidad de azúcares o grasas? La respuesta es simple, agrega otros ingredientes que lejos están de ser beneficiosos para la salud.

Los años y el éxito de las dietas nos enseñaron que realizar un plan alimentario saludable no es una cuestión de cuentas sino de inteligencia. La clave está en moderar las porciones y controlar la frecuencia de aquellos alimentos que no son tan saludables para el organismo como también de aquellos que nos resultan más adictivos o tentadores y que tal vez no nos ayuden a cumplir nuestros objetivos como puede ser el descenso de peso.

¿Qué alimentos deberíamos consumir con frecuencia moderada y disminuir su porción? Acá hay que realizar un “stop” porque no todos somos iguales ni debemos llevar un plan alimentario por igual. No existe una dieta universal. Pero sí tenemos que tener en cuenta que determinados alimentos deberían consumirse con menor frecuencia. No es saludable pasar todos los días por el kiosco y comprar golosinas ni tampoco es aconsejable pasar todos los días por la panadería y comprar facturas. Pero, en contraposición, el extremo tampoco es la solución. Prohibirse de un alimento y anhelar su consumo por mucho tiempo aumenta el deseo de consumirlo. Entonces es aquí donde la educación alimentaria cobra gran valor y debería ser el eje de los tratamientos orientados a modificar la composición corporal.

Una vuelta de tuerca al conteo de calorías
Luego de tantas pruebas y errores y de tantas dietas mágicas es necesario darle una vuelta de tuerca al tratamiento para el descenso de peso. Se debe hacer foco en modificar la calidad de los alimentos y cambiar de a poco la relación con la comida. No sirve registrar en un papel cuántas calorías se consumen si no se identificar qué nutrientes me aporta ese plato de comida.

Con tan solo modificar la calidad alimentaria podemos modificar nuestro perfil sanguíneo y disminuir factores de riesgos asociados al sobrepeso y a la obesidad. Solo resta aprender a diferenciar qué alimentos me aportan un plus de nutrientes en comparación a otros.

Comparaciones
Durante mucho tiempo las dietas se han ocupado de restringir el consumo de pastas, fideos, arroz, panes, papa, batata, choclo y demás alimentos con mayor contenido de hidratos de carbono. Es posible combinar los alimentos de forma tal que se puedan incorporar en el día a día sin la necesidad de tacharlos de la lista del supermercado y también es posible elegir opciones más saludables. Nuestra nueva tarea es aprender a realizar compras inteligentes. Un ejemplo concreto son los fideos. Cada vez hay más opciones en el mercado que me permiten reemplazar aquellos de harina de trigo convencional por aquellos integrales. Lo mismo sucede con el arroz. Otro ejemplo y muy común es el pan. No es necesario quitar el pan pero si podemos optar por preferirlos en el desayuno o merienda y reemplazarlos por aquellos elaborados a partir de harina de trigo, con avena, centeno y semillas.

Existen también estrategias como por ejemplo consumir pastas un domingo al mediodía sin culpa. ¿Cómo? Incorporando una ensalada que me permita aumentar volumen para disminuir cantidad de ese alimento tan temido. No debemos tampoco dejar de comer papa. Podemos elegir una pequeña y consumirla con su cáscara. ¿Viste? Para todo hay una solución. Solo debemos aprender a comer de forma saludable, consultar con un nutricionista es clave para poder comenzar a hacer mejores elecciones a la hora de comprar, preparar y consumir alimentos. No contemos más calorías.

Fuente: Dra. Virginia Busnelli, (MN 110351), médica especialista en nutrición y directora del Centro de endocrinología y nutrición CRENYF.

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