La fibrilación auricular es una alteración del ritmo del corazón. Suele latir a 70 x minuto y no lo sentimos cuando late. Cuando hay FA se vuelve más rápido y llega hasta 160 y lo empezamos a sentir, una sensación muy desagradable.

Se produce por la desorganización del ritmo eléctrico de las aurículas y puede producir como síntomas falta de aire, mareos y nos obliga a ir a una guardia o llamar al médico.

La incidencia está aumentada por el estilo de vida, como ser, sedentarismo, presión alta, obesidad, diabetes, por lo tanto una vida saludable disminuye la FA.

El diagnóstico se realiza más fácilmente por los modernos procedimientos y su incidencia puede comenzar a los 45 años, aumenta más luego de los 60 años y el 8% de los mayores de 75 años tiene FA.

La complicación más grave es el aumento de la mortalidad y sobre todo por dos causas, a) insuficiencia cardiaca y b) embolia del cerebro (ACV)

Como nos damos cuenta, la FA no es una enfermedad benigna.

La embolia se produce por un trombo que se forma porque la sangre viaja más lenta, y sobre todo en un lugar que se llama orejuela de la aurícula izquierda (como si fuera un fondo de saco o fondo de un gorro) y ahí se forma los coágulos, que luego se desprenden y se impactan en el cerebro.

Las medicaciones más importantes son antiarrítmicos y la otra para evitar la formación de coágulos y se llaman anticoagulantes.

Los anticoagulantes en un porcentaje bajo presentan riesgos de sangrados en el cerebro o gastrointestinal.

En pacientes con complicaciones por los anticoagulantes, una alternativa moderna y segura es cerrar esa orejuela de la aurícula externa que es donde se forman los coágulos y evitamos el 98 % de las embolias (con un procedimiento moderno y ambulatorio).

Para finalizar te hago hincapié en la prevención para que puedas tenerla bien presente:

Dieta saludable, aumentar la actividad física, no fumar, peso saludable, reducir el estrés y no automedicarte.

Y por ùltimo ahora si, siempre te recomiendo tomarte el pulso y si no lo sentis regular habla con tu médico de cabecera.

Por el Dr. Fernando Scazzuso