Adultos Mayores 74

Abuelos a la distancia

No hay distancia entre los abuelos y los nietos capaz de romper los lazos afectivos, sólidamente construidos. Por el contrario, la lejanía (otra ciudad, otro país, otro continente) suele reforzar los sentimientos. Y con las comunicaciones de hoy en día, el contacto diario alivia la sensación de echar de menos.

De la redacción de tvsana

No hay distancia entre los abuelos y los nietos capaz de romper los lazos afectivos, sólidamente construidos. Por el contrario, la lejanía (otra ciudad, otro país, otro continente) suele reforzar los sentimientos. Y con las comunicaciones de hoy en día, el contacto diario alivia la sensación de echar de menos.

No todos los abuelos tienen a los nietos cerca, al alcance de las manos, como para visitarlos con frecuencia, o que ellos los visiten con asiduidad. Muchos los tienen lejos, en otra ciudad, en otro país, separados por cientos o por miles de kilómetros, y hasta con el Océano Atlántico de por medio. Y esto lo sienten ambos, por más que los tiempos actuales, de tecnologías ultramodernas y comunicaciones rápidas como jamás hubiesen soñado los abuelos de hoy, acerquen las partes y agilicen el contacto. En el presente, un chico que vive en Montreal, Canadá, puede ver y oír en directo a su nieto, residente en San Martín de Los Andes, o Choele Choel, por ejemplo, a una puntada de kilómetros. Esta posibilidad representa un gran avance respecto de la época de las cartas y los telegramas; para los nietos chicos, la prehistoria, seguramente. Ya que conforman generaciones que no conciben el mundo sin internet, e-mail y las redes sociales.

La tecnología y el sorprendente progreso de las comunicaciones, acortan las distancias. El mundo es verdaderamente un pañuelo, en este sentido. Pero no es lo mismo ver y oír a los nietos en una pantalla de treinta o cuarenta centímetros de diagonal, que tenerlos delante, a un palmo, y sentir su presencia, el calor de sus cuerpos, la gracia de sus expresiones, o apretarlos contra el pecho en un abrazo e intercambiar besos. Todas estas son sensaciones imposibles de percibir por más ancha que sea la banda ancha, por más definición HD que tenga el monitor de la computadora. Y cuando se sortea la distancia y se produce el encuentro entre abuelos y nietos, brota fuertemente la emoción. Se anuda la garganta, se empaña la mirada, la voz es un hilo y las palabras no salen. Lo mismo ocurre con las despedidas. Es inevitable. Por lo tanto, los abuelos, más conscientes que los nietos en cuanto al transcurrir del tiempo y la velocidad con que pasan las horas y los días, intentan disfrutar al máximo esas jornadas con sus descendientes.

Nadie desea tener lejos a algún ser querido. Y no poder verlo con la frecuencia deseada. Pero tal vez sea esta una manera de valorarlos. Sabido es que uno valora realmente algo cuando ya no lo tiene. Eso sí, un nieto podrá estar separado de su abuelo por todo un continente, más un océano, y una gigantesca cadena montañosa, pero ninguna distancia es capaz de romper los lazos afectivos que los unen. Al contrario, la distancia los robustece, los solidifica. Porque el nieto piensa mucho en los abuelos, en todas las cosas que hacen juntos cuando se encuentran, en la complicidad… Y los abuelos, ni hablar.

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