Los países de América Latina están experimentando un aumento en la mortalidad y discapacidad por el ataque cerebrovascular. Por eso, los sistemas de salud de estas regiones se han propuesto cumplir el objetivo de reducir, para el año 2025, un 25% la mortalidad prematura por enfermedades no transmisibles (enfermedades cardiovasculares, cáncer, enfermedades respiratorias y diabetes), meta establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Tomar conciencia sobre el impacto de esta enfermedad y la importancia prevenirla.

En Latinoamérica, el 40% de muertes con origen cardiovascular se producen durante los años más productivos de las personas. Para la OMS, 15 millones de personas sufren un evento vascular cerebral al año en todo el mundo. De este grupo, 5 millones mueren y otros 5 millones quedan discapacitadas de por vida. En las últimas 4 décadas, las tasas de incidencia de ACV disminuyeron en un 42% en los países de ingresos altos y aumentaron en más del 100% en los países de bajos y medianos ingresos, convirtiéndose en la segunda causa de muerte en la mayoría de países latinoamericanos.

Argentina no escapa a esa realidad. El ACV afecta a una persona cada cuatro minutos. Más de 18.000 personas mueren al año por esta causa, y es la primera causa de discapacidad y la segunda de muerte. Según la Tercera Encuesta Nacional de Factores de Riesgo del año 2013, la prevalencia de ACV fue de 1,9%. El porcentaje de este indicador aumentó con la edad a partir de los 50 años.

¿Cuál es el impacto de esta enfermedad?

El ACV es la principal causa de deterioro funcional. Afecta casi al 30% de las personas mayores de 65 años y el riesgo de padecerlo se duplica en cada década a partir de los 55 años. En personas mayores de 65 años, el 26% es dependiente de terceros en sus actividades diarias hasta los 6 meses y el 46% tienen déficit cognitivo. Un episodio de ACV cambia la vida no solo de quienes lo sufren sino también de su familia y otros cuidadores.

A pesar de los avances en el conocimiento de la fisiopatología de la enfermedad y el advenimiento de las nuevas terapias de recuperación para pacientes seleccionados, la prevención efectiva sigue siendo el mejor enfoque para reducir la carga de la enfermedad.

¿Cómo prevenir el primer ACV?

Existen grandes oportunidades para prevenir el ACV. Un estudio internacional encontró que 10 factores de riesgo potencialmente modificables explicaron el 90% del riesgo de accidente cerebrovascular. En este sentido, los individuos propensos a ataques cerebrales pueden ser fácilmente identificados y dirigidos a intervenciones efectivas.

Sin dudas, el control de los factores de riesgo se vuelve fundamental:

• Disminuir la inactividad física: el efecto protector de la actividad física presenta innumerables beneficios para la salud: reducción de la presión arterial, control de factores de riesgo como la diabetes mellitus y el exceso de peso corporal, reducción en el riesgo de padecer un ACV, entre otros. Las pautas de actividad física recomiendan que los adultos realicen más de 150 minutos por semana de intensidad moderada (por ejemplo, caminata rápida) o 75 minutos por semana de actividad física aeróbica de intensidad vigorosa (por ejemplo, correr), o una combinación equivalente. Estas pautas también señalan que cierta actividad física es mejor que ninguna y que los adultos que realizan cualquier actividad física obtienen beneficios para su salud.


• Llevar una dieta saludable: la hipertensión arterial es el principal factor de riesgo modificable para el ACV. Específicamente, los factores de riesgo dietéticos que se relacionan con la presión arterial elevada incluyen el consumo excesivo de sal, la baja ingesta de potasio, el peso excesivo, el alto consumo de alcohol, entre otros. Por cada aumento de porción, por día, en la ingesta de fruta y verdura, el riesgo de ACV se reduciría. En este sentido, las personas que consumen menos de 3 porciones por día tendrían mayor riesgo de ACV que si consumieran de 3 a 5 porciones por día. Por esto, se recomienda una ingesta reducida de sodio, un aumento de la ingesta de potasio y una dieta estilo DASH, que enfatice en frutas, vegetales y productos lácteos bajos en grasa y grasa saturada reducida, para disminuir la presión arterial.


• Consumir alcohol de manera leve a moderada: esto se asocia con un menor riesgo de ACV, mientras que un mayor consumo de alcohol aumenta el riesgo de padecerlo. No existen ensayos clínicos que demuestren que la reducción del consumo excesivo de alcohol reduce el riesgo, o que el consumo de alcohol es beneficioso. Sin embargo, todos sabemos que la dependencia del alcohol es un problema de salud importante.


• Controlar adecuadamente la presión arterial: la relación entre la presión arterial y el riesgo de ACV es fuerte. Cuanto mayor es la presión arterial, mayor es el riesgo de ACV. Por eso, se recomiendan cambios en el estilo de vida como parte de una estrategia integral de tratamiento. Está documentado que el tratamiento farmacológico de la hipertensión previene el ACV y otros daños relacionados. La hipertensión sigue sin tratarse adecuadamente en la comunidad por lo que es necesario desarrollar, probar e implementar programas adicionales para mejorar la adherencia al tratamiento.


• No fumar: el tabaquismo es un potente factor de riesgo de ACV isquémico, asociado con una duplicación aproximada del riesgo, mientras que el riesgo es de 2 a 4 veces mayor para el ACV hemorrágico. El consumo de cigarrillos puede potenciar los efectos de otros factores de riesgo de ACV, como el uso de anticonceptivos orales. Estudios recientes sobre los efectos de la prohibición de fumar en las comunidades han asociado estas prohibiciones con una reducción en el riesgo de ACV. Tengamos en cuenta que fumar un solo cigarrillo aumenta la frecuencia cardíaca, la presión arterial media y el índice cardíaco, y disminuye la distensibilidad arterial. La exposición activa o pasiva al humo del cigarrillo también es perjudicial. Estudios epidemiológicos muestran una reducción en el riesgo de ACV con el abandono del hábito de fumar y con prohibiciones en toda la comunidad.


• Diabetes Mellitus: esta enfermedad es un factor de riesgo independiente de ACV, duplica el riesgo con una mortalidad del 20% por ACV. Las personas con esta enfermedad tienen una mayor susceptibilidad a la aterosclerosis y una mayor prevalencia de factores de riesgo aterogénicos, en particular la hipertensión y los lípidos sanguíneos anormales. Por eso, se recomienda el control de la presión arterial con un objetivo de <140/90 mm Hg en pacientes con diabetes mellitus tipo 1 o tipo 2; y el tratamiento de adultos con diabetes mellitus con estatinas, especialmente aquellos con factores de riesgo adicionales, para reducir el riesgo de un primer ataque. • Obesidad y sobrepeso: el índice de masa corporal (IMC) de un paciente se usa para distinguir el sobrepeso (IMC, 25 a 29 kg / m2) de la obesidad (IMC> 30 kg / m2) y la obesidad mórbida (IMC> 40 kg / m2). Los hombres que presentan una circunferencia de cintura >102 cm y las mujeres con una circunferencia de cintura>88 cm están clasificados como obesos abdominales. Se recomienda que todos los adultos se sometan a exámenes de detección de la obesidad y que los pacientes con un IMC de ? 30 kg / m2 sean referidos para intervenciones conductuales multicomponentes intensivas para perder peso.


• Fibrilación auricular (FA): la FA, incluso en ausencia de enfermedad valvular cardíaca, se asocia con un aumento del riesgo de ACV isquémico de 4 a 5 veces. Por eso, existe una oportunidad importante para la prevención primaria del ictus en pacientes con fibrilación auricular.

Para finalizar, la prevención es fundamental para revertir el impacto de esta enfermedad y sus factores de riesgo. Se requiere optimizar las medidas, programas e iniciativas que ayuden a potenciar los sistemas de cuidado que identifiquen en cada oportunidad de contacto estos factores de riesgo a medida que surjan, y el control de los emergentes. El acceso a la atención es necesario, pero no suficiente para garantizar una prevención eficiente. También, se debe considerar la integración de los servicios para los pacientes que padecen la enfermedad, y focalizar los esfuerzos en esto, la PREVENCIÓN.

Por la Fundación Cardiológica Argentina (FCA), con el asesoramiento de la Dra. Adriana Ángel (MN 88991), miembro de la FCA.

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