Científicos alemanes hallaron en ellas bacterias de más de 20 familias.

Dentro de un ambiente doméstico, las cocinas y los baños tienen un alto potencial para funcionar como “incubadoras microbianas”, afirma un grupo de investigadores en un trabajo publicado recientemente y que tuvo a las esponjas de la cocina como protagonistas excluyentes, que fueron señaladas como el mayor reservorio de bacterias activas de toda la casa.

Científicos de distintas instituciones alemanas dirigidos por Markus Egert, del grupo de Microbiología e Higiene de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Vida de Universidad de Furtwangen, analizaron los microorganismos de 14 esponjas de cocina y hallaron bacterias de más de 20 familias, entre ellas Moraxella osloensis, que es responsable del mal olor en la ropa sucia y que podría explicar el desagradable aroma de las esponjas muy usadas.

“Las esponjas de cocina no sólo actúan como reservorio de microorganismos, sino también como diseminadores sobre las superficies domésticas, lo que puede conducir a la contaminación cruzada de las manos y los alimentos”, sostiene el estudio publicado en Scientific Reports. “Nuestro trabajo demostró que las esponjas de cocina albergan una mayor diversidad bacteriana de lo que se pensaba anteriormente”, afirman los investigadores en sus conclusiones.
El uso de productos para higienizarlas podría ser contraproducente, aseguran. Los resultados del trabajo realizado en Alemania arrojaron que las esponjas desinfectadas regularmente no contenían comparativamente menos bacterias e incluso la “limpieza especial” (en el microondas y con agua caliente jabonosa) aumentó la abundancia relativa de algunas de ellas (“es de suponer que las bacterias resistentes sobreviven al proceso de saneamiento y vuelven a colonizar rápidamente los nichos liberados”, afirman los investigadores).
“Dado que desde una perspectiva a largo plazo los métodos de saneamiento de la esponja parecen no ser suficientes para reducir la carga bacteriana, e incluso pueden aumentar la proporción de algunas de ellas, sugerimos su reemplazo regular”, concluyen los científicos, que recomiendan cambiarlas una vez por semana.

La dimensión del riesgo
Consultada por Clarín, Claudia Degrossi, doctora en Química y especialista en inocuidad, apunta que los géneros de bacterias que menciona el artículo son patógenos oportunistas, por lo que no necesariamente nos van a afectar si estamos saludables y que no son los géneros de bacterias que causan enfermedades transmitidas por alimentos. “Vivimos en un medio en que que los microorganismos nos superan en número y eso no necesariamente representa un problema o un riesgo. Depende de cómo estemos nosotros, es decir nuestro estado de salud y también del tipo de microorganismos y su cantidad”, señala.
La especialista, que es una de las autoras del libro Cazabacterias en la cocina, aconseja limpiar la esponja después de cada uso con abundante agua, estrujarla y dejarla en un recipiente para que drene. Es importante, afirma, quitar los restos de comida ya que, junto con la humedad, favorecen la multiplicación de bacterias y el mal olor. Y coincide en que deben renovarse cómo máximo cada 10 días.

Fuente: Clarín

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