¿Alguna vez le has preguntado a una mujer si estaba embarazada y ella te respondió con un severo «No»? Si es así, ¿sentiste instantáneamente la necesidad de que te tragase la tierra? Es probable que a partir de ese momento te hayas abstenido de hacer cualquier comentario sobre el físico de alguien. Es solo un ejemplo pero el temor a una situación vergonzosa es tan grave que impide que algunas personas hagan cosas tan normales como hacer preguntas en reuniones públicas o ver al ginecólogo para un chequeo importante.
¿Cómo pueden superarse esos temores? Una nueva investigación publicada en la revista Motivation and Emotion, puede haber encontrado la respuesta.
El ‘actor’ frente al ‘observador’
La clave para lidiar con un miedo abrumador de sentirse humillado o avergonzado en público puede estar en la perspectiva que tomemos, sugiere el estudio.
Por ejemplo, al leer la anécdota anterior, probablemente te pongas en el lugar del «actor», es decir, del que siente la necesidad de desaparecer ante la metedura de pata del comentario. Pero, ¿qué pasaría si pudieras limitarte a una perspectiva más distante y estrictamente observadora, como la del lector de esta noticia?
Si lograras adoptar la perspectiva de un observador cada vez que imaginaras una situación social potencialmente incómoda, tendrías la clave. Así es como los investigadores de la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburgh, Pensilvania (EE. UU.) llegaron a esta conclusión.
Estudiando la vergüenza
Jiang y su equipo llevaron a cabo tres experimentos, cada uno con un anuncio que presentaba una situación embarazosa.
En el primer experimento, los participantes tuvieron que mirar un anuncio en el que alguien se tiraba pedos durante una clase de yoga. El segundo anuncio presentaba personas que buscaban hacerse la prueba de enfermedades de transmisión sexual. El tercero presentaba un escenario en el que alguien accidentalmente eructa frente a una potencial pareja.
Los investigadores preguntaron a los participantes cómo se sentirían en estas tres situaciones (en qué grado se identificaban con el ‘actor’ o con la perspectiva del ‘observador’), y también probaron sus reacciones.
El estudio encontró que las personas que adoptaban la perspectiva del actor tendían a ser mucho más conscientes de sí mismas en las situaciones sociales, pero que cuando los participantes intentaban conscientemente adoptar la perspectiva de un observador, se reducían sus niveles de autoconciencia.
Por tanto, entrenarse a sí mismo para ser un observador y no un actor puede disminuir significativamente los niveles de incomodidad y ayudarnos a ser menos evasivos.
«La vergüenza nos impide pedir consejo sobre lo que deberíamos hacer, por ejemplo, sobre nuestras crecientes facturas de hipoteca o embarazos no deseados. En muchos casos, si queremos ayudarnos a nosotros mismos, y a los demás, debemos superar nuestro miedo a la vergüenza en situaciones sociales», concluye.
fuente: muyinteresante
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