Es probable que en los Estados Unidos mueran de diabetes casi cuatro veces más personas de lo que informan los certificados de defunción, una tasa que elevaría esta enfermedad de la séptima a la tercera causa de muerte, según estimaciones de un estudio reciente.
Los investigadores y los activistas destacan que la importancia de las cifras más precisas radica en que fortalecen el argumento de hacer más para prevenir y tratar la diabetes, un mal que afecta la forma en que el azúcar se metaboliza en el cuerpo.
«Creemos que la diabetes es responsable del 12% de las muertes en Estados Unidos, en lugar del 3,3% que indican los certificados de defunción», dijo el autor del estudio, Andrew Stokes, de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston.
Alrededor de 29 millones de estadounidenses sufre diabetes, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Hay dos formas de la enfermedad: Tipo 1, en el que el páncreas no produce suficiente insulina, y el más común, el Tipo 2, en el que el cuerpo tiene dificultad para producir y usar insulina.
Usando los resultados de dos grandes encuestas nacionales, el estudio se centró principalmente en los niveles de A1C (promedio de azúcar en la sangre en un periodo de dos a tres meses) y en los casos de diabetes informados por el paciente. Los investigadores compararon las tasas de mortalidad de los diabéticos que habían participado en estos estudios con la información en sus certificados de defunción.
Los autores también encontraron que, en un período de cinco años, los diabéticos tenían una tasa de mortalidad 90% más alta que los demás. Esto resultó cierto cuando se tuvo en cuenta edad, tabaquismo, raza y otros factores.
«Estos hallazgos apuntan a una necesidad urgente de estrategias para prevenir la diabetes en la población general. Para los que ya están afectados, [los descubrimientos] destacan la importancia de un diagnóstico oportuno y un manejo agresivo para prevenir complicaciones como enfermedades coronarias, accidentes cerebrovasculares y amputaciones de extremidades inferiores,» dijo Stokes.
«Esperamos que una comprensión más completa de la carga de la enfermedad asociada con la diabetes influya en los mensajes de las autoridades, en la financiación y en la toma de decisiones políticas, como la creación de impuestos para bebidas azucaradas y de subsidios para hacer más accesibles a los alimentos saludables», dijo.
Cuando se embarcaron en el estudio, los investigadores tenían curiosidad acerca de dos hallazgos producto de investigaciones anteriores. El primero, las tasas de obesidad mayores y una esperanza de vida más corta en estadounidenses que en europeos. (Los investigadores ya sabían que la obesidad y la diabetes estaban relacionados). La segunda revelación fue un aumento en las muertes —por cualquier causa— en estadounidenses blancos de mediana edad.
«Tratamos de reconstruir las causas de la mortalidad en Estados Unidos, mirando más de cerca a la diabetes, que sabíamos que no estaba siendo reportada a cabalidad», dijo Stokes.
Las tasas de mortalidad atribuidas a la diabetes son imprecisas en gran parte debido a que la muerte es provocada por causas directas y subyacentes, y no todas se registran. Por ejemplo, «enfermedad cardiovascular» puede ser registrada como la causa de la muerte de una persona, aunque esa enfermedad puede haber sido provocada por la diabetes.
Otro desafío en la tarea de identificar la causa de la muerte es que los diabéticos tienen una larga historia de problemas antes de que ocurran complicaciones graves.
«Si la diabetes ha empezado entre 10 y 30 años o más antes de la muerte del paciente, puede que la enfermedad no figure como primaria para el médico que lo atiende al momento de la muerte», explica Catherine Cowie, epidemióloga del Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y del Riñón. Y no hay directrices claras sobre qué condiciones deben ser nombradas como causa de muerte.
Las historias clínicas electrónicas detalladas pueden ayudar a identificar la causa primaria. «Pero aun así, hoy en día es difícil [obtener la imagen completa] porque el tratamiento de diabéticos se divide entre diferentes profesionales», dijo.
Ella aconseja a los pacientes que informen a sus diferentes médicos sobre su diabetes, al margen de que tengan complicaciones en el momento o no.
«Durante mucho tiempo hemos tratado de promover un estilo de vida saludable para prevenir la diabetes y sus complicaciones. Esto incluye prestar atención a bajar el A1C, la presión arterial y el colesterol. Pero creo que este [estudio] provee nueva evidencia de que es importante concentrarse en estas cosas: más datos para mostrar a qué puede conducir la diabetes,» dice Cowie.
En 2016, la diabetes recibió una partida de alrededor de USD 1.040 millones de los Institutos Nacionales de Salud, en comparación con los aproximadamente USD 5.650 millones dedicados a la investigación del cáncer. Un indicador mejor de las cifras de mortalidad de la diabetes podría tener impacto en el destino de esos fondos, dijo Matt Petersen, director gerente de información médica de la Asociación Nacional de Diabetes de los Estados Unidos.
«Más importante es por qué sucede esto y qué podemos hacer al respecto. El objetivo de la investigación es la prevención y, si es posible, la curación. Aunque no se descubra una cura, la clave es averiguar cómo tratarla mejor y cómo reducir las complicaciones», dijo Petersen.
En los últimos dos años han salido al mercado nuevos fármacos para la diabetes de Tipo 2, que trabajan en combinación y en maneras diferentes para abordar distintos casos de pacientes. Optar por un estilo de vida saludable también puede afectar los resultados.
«Creo que el público debe escuchar [que] sí, la diabetes puede ser mortal. Pero podemos reducir las probabilidades de esta enfermedad», dice Petersen. «Y para los que sufren de diabetes, podemos tratarla bien y limitar el riesgo de complicaciones debilitantes y mortales».
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