Responder a esta pregunta requiere saber si tenemos lo necesario para poder hacerlo.

Que nuestro cerebro está en un constante desarrollo, y que el ambiente tiene incidencia directa y permanente en nuestro estado cognitivo es una idea que dejó atrás la creencia de que el cerebro humano es una estructura rígida e inamovible.

Hasta hace no mucho, se creía que el cerebro alcanzaba cierta rigidez al finalizar su etapa de desarrollo, alrededor de los 25-30 años de edad. Pero se ha demostrado que el cerebro tiene la capacidad de modificarse a sí mismo creando nuevas conexiones neuronales para responder a las exigencias del entorno, y esto se mantiene en mayor o menor medida durante toda la vida. Es lo que se conoce como neuroplasticidad.

Entender este concepto es el primer paso para responder a la pregunta de cuán capaces somos de aprender conforme pasan los años.

¿Eres muy viejo para aprender? Escuchemos lo que dice la Ciencia.

Se dice que las personas frente a una muerte inminente se arrepienten de las cosas buenas que no hicieron y no tanto de las cosas malas que sí hicieron.   Es inevitable el pensamiento contrafáctico.  Al momento de mirar hacia atrás, no hay peor sensación que la sensación que con algo más de determinación, otras decisiones tomadas nos habrían llevado a una vida mejor.

El tiempo no nos facilita las cosas. A medida que los años pasan, decrecen nuestras capacidades físicas y mentales, el tiempo disponible para estudiar se reduce y se incrementa el peso de nuestra mochila de responsabilidades. Mientras más años tenemos, pareciera que menor es la posibilidad que tenemos de aprender cosas que nos den autorrealización.

Y en el grupo de “valientes” y “motivados” que nadan contra la corriente y buscan sus objetivos incluso a una edad tardía. ¿Cuán determinante es la edad en nuestra capacidad de aprender y desarrollarnos en una nueva disciplina?

Hemos vuelto a la primera pregunta: La Neuroplasticidad.

Las neurociencias han demostrado que la estimulación temprana es un componente clave en el armado de nuevas conexiones neuronales y en el desarrollo de habilidades. Esto es clave en el desempeño del individuo en la escuela y en su vida adulta.

Afortunadamente estos procesos no son los únicos ni tampoco son definitivos. Las habilidades que no se adquirieron en determinado momento pueden en diferente grado, adquirirse más adelante, y las habilidades que sí se adquirieron pueden incluso perderse si no se les entrenan.

Un artículo publicado en el 2015 por la BBC buscando las mejores edades para las diferentes capacidades y disciplinas concluyó que las habilidades mentales decaen mucho más lentamente que las habilidades físicas.

En las capacidades físicas encontramos que las más explosivas como las carreras de 100 metros tienen su mejor momento a mediados de la década de los 20 para tener luego un rápido declive.

Sin embargo, los deportes que requieren de gran resistencia, como las maratones y ultramaratones tienen atletas de más edad, incluso de más de 40 años.

En lo que respecta a la memoria, después de los 20 años, queda en evidencia que la capacidad de almacenamiento de nueva información decae.

El pico de la creatividad también se alcanza pronto. La mayoría de los premios Nobel tienen alrededor de 40 años.

La mielina de nuestro cerebro, la sustancia blanca o sea las conexiones que forman las superautopistas de la información de nuestro cerebro empieza a menguar luego y nos ponemos más lentos.

Hay otras habilidades que siguen desarrollándose con el paso del tiempo, como la comprensión de texto y la aritmética.

La inteligencia emocional, el razonamiento social, entender las complejidades de la amistad alcanza su pico en la edad avanzada.

Esto quiere decir que nuestras habilidades mentales mejoran y empeoran cada una en diferentes décadas. Cuando una ola pasó, viene la otra.

«No hay una edad en la que seamos buenos en todo, o incluso en la mayoría de las cosas», afirma Joshua Hartshorne

El trabajo de Hartshorne, publicado en 2015 por la revista Psychological Science, evaluó a más de 48.500 individuos mediante una serie de pruebas online y luego cruzó la información con experimentos realizados en persona en grupos pequeños.

«En cualquier edad estás mejorando en algunas cosas, estás empeorando en otras cosas y estás en una meseta en otras más», dice Hartshorne

Por ejemplo, la habilidad de procesar información rápido tiene su punto más alto a los 18 y 19 años.

A los 25 años, en cambio, se alcanza el máximo en memoria a corto plazo, la cual se mantiene por una década antes de comenzar a decaer.

Y la habilidad de comprender las emociones ajenas no logra su plenitud hasta los 40 o 50 años.

De hecho, esta investigación conjunta de la Universidad de Harvard y MIT descubrió que algunas llegan a su esplendor en la tercera edad.

Según Dayna Touron investigadora que lleva varios años estudiando el aprendizaje en adultos del Departamento de Psicología de la Universidad de Carolina del Norte, USA: Posiblemente el verdadero problema sea franquear el problema de inseguridad en lograr el conocimiento.  Ya que los adultos mayores se creen menos capaces de lo que son. 

Dr. Alejandro G. Andersson

Médico Neurólogo MN: 65.836

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