Te presentamos una serie de testimonios de pacientes de la Clínica Condesa, localizada en el popular sector Iztapalapa de la capital, donde reciben tratamiento médico gratuito

La X Conferencia Internacional Científica de la Sociedad Internacional de sida (IAS) comenzó este domingo en la Ciudad de México, con la participación de científicos, médicos, activistas y autoridades que discutirán los tratamientos más recientes y la problemática social ligada a esta enfermedad.

La AFP entrevistó e hizo retratos de pacientes de la Clínica Condesa, localizada en el popular sector Iztapalapa de la capital, donde reciben tratamiento médico gratuito.

El «lastre» de no saber
Carlos Gámez, cubano de 32 años que estudia arte en Ciudad de México, fue diagnosticado en 2017, justo antes de viajar. Anualmente se hacía pruebas de VIH/sida pero una alopecia lo llevó a una nueva revisión. Dio positivo. 

«Literalmente no sé cómo me contagié y es algo que lastra como ser humano. En ese instante en que te dicen que eres seropositivo es importante que tú recuerdes. Soy gay, soy grupo de riesgo, siempre me protegí, pero hay algunas prácticas en que no lo haces al calor de la situación», relata a la AFP. 

Con voz suave describe que su experiencia de vivir con sida dentro de todo es «positiva», su padres lo apoyan, goza de buena salud. «Sencillamente acepté mi condición, ahora me cuestiono sobre mi esperanza de vida, cómo será el contacto, mis relaciones, con otras personas».

«Acéptame tal cual soy»
José Antonio Arteaga, de 57 años, es un mexicano de extracción humilde, hijo de campesinos muy conservadores, con escasos estudios y que trabaja de todo lo que ofrecen. Hace dos años le atacó «una tos insoportable, arrojando flemas». Estuvo 20 días hospitalizado. Dio positivo en sida en un diagnóstico tardío.

«Me acuerdo (en los 1980) que se hablaba del ‘cáncer de los homosexuales’. Yo ya sabía que era gay, pero por mi papá, que es muy duro y nos pegaba, me daba miedo decirlo, y por ese miedo me informé poco, a veces me protegía y otras no», explica.

Por su precaria situación económica, vive en la casa familiar. Sus hermanos lo apoyan en la difícil relación con su padre. «En una ocasión discutí con él, le dije ‘Soy homosexual, soy gay. Y si de veras me quieres acéptame tal cual soy, quiero contar contigo'», dice entre lágrimas.

Emociones «en pausa»
Claudia Lorenzo Cabrera, comerciante de 38 años, divorciada y con tres hijos, contrajo el virus durante una relación estable luego de separarse. Tras la separación decidió hacerse una prueba de VIH. 

«Algo me decía ‘tengo que hacerme esa prueba’. Y salió positivo. Lo busqué pero está muy renuente a hacerse la prueba. Me parece tan injusto, no sólo fue el hecho de haberme engañado, sino el contagiarme una enfermedad», explica con rostro triste que contrasta con los gestos y la sonrisa que mostró ante la cámara. 

Gracias al tratamiento, la carga del VIH en Claudia ya es «indetectable» o intrasmisible, pero ella prefiere dejar «en pausa» su vida emocional y sexual. «Quiero vivir para mis hijas. Un chico me dijo ‘no te preocupes, te voy a cuidar y me voy a cuidar’, pero la verdad todavía no me atrevo».

Negación
Víctor Martínez tiene 42 años y se dedica a las ventas. En 2013, luego de terminar una relación estable, fue a donar sangre y ahí le advirtieron que había dado positivo en VIH.  

«Me dio la negación y duré tres años diciendo ‘no es cierto, esto no me está pasando a mi’. Lloré, me enojé, lo único que hice fue lavar todo con cloro. Después tuve relaciones con otros, pero ahí sí recordaba y cuidaba de no afectarlos. Cuando presenté síntomas, vine a la clínica y me empecé a tratar», relata. 

Víctor es gay y no pierde la sonrisa al hablar efusivamente, asegura que siempre se cuidó, pero en esa relación estable fue contagiado. «El tenía sida, pero nunca me lo dijo. Vi las pastillas (antirretrovirales), le pregunté y me contestaba cualquier tontería. Le creí, estaba enamorado».

Informar para prevenir
Cassandra Guazo, estilista, trabajadora sexual y activista transgénero de 38 años, recibe tratamiento hormonal en la Condesa, donde también es sometida a controles de VIH.

«Soy activista por los derechos de las mujeres trans en México, una de las más violentadas a nivel latinoamericano», dice con voz decidida. 

Es directora del área de prevención de VIH en el Centro de Apoyo a las Identidades Trans. «Logramos llegar a lugares donde no hay acceso a un condón, a una prueba rápida», explica al lamentar que el nuevo gobierno ha cortado recursos a organizaciones civiles.

Fuente: excelsior.com.mx

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