Dos prejuicios fuertes persisten en la sociedad: que los adultos mayores no tienen una vida sexual activa y que aquellos que mantienen deseos son anormales o inmorales.

—Invitalo a tomar el té.

—No, porque va a venir y va a querer hacer “eso”.

Ella, más de 80. Él, 90. Diez años llevaban hablando por teléfono y postergando un encuentro que finalmente ocurrió.

No sorprende demasiado que ella se refiriera a “eso” sin nombrarlo. Tampoco resulta extraña su negativa a entregarse a “eso”. Y no sorprende ni resulta extraño porque en ella estaban operando dos de los prejuicios más fuertes que todavía persisten en la sociedad sobre la sexualidad en la tercera edad: que los adultos mayores no ejercen una vida sexual activa ni están interesados en comprometerse en una relación, y que aquellos que mantienen deseos son anormales o inmorales (unos “viejos verdes”).

Esos mitos disfrazados de certezas aparecen también en la anécdota que Mauricio Macri contó el martes en un acto: “De las experiencias más lindas que he tenido en política es cuando visité los centros de jubilados. Me encontré abuelos de más de 80 años aprendiendo Tai Chi, aprendiendo informática, que nunca habían abierto una computadora. Después tuvimos algunos problemas porque tuvimos que cancelar algunas cuentas porno, porque batían el récord de pornografía. Los abuelos sí, estaban tremendos. Esto es verdad, eh, esto es científico…Pasó en el hogar San Martín, estaban como locos.” “Las personas que están institucionalizadas deberían tener un espacio para poder conectarse con la afectividad y el autoerotismo. ¿Qué mejor que si tienen acceso a la tecnología? Criticarlo o hacer un chiste es violar un derecho humano como es la sexualidad de las personas”, afirma Sandra Magirena, ginecóloga y sexóloga clínica del Comité de Violencia del Hospital Álvarez, quien considera “una falta de respeto hacer pública una conducta humana que hoy en día es habitual en cualquier edad y pertenece a la intimidad».

Para el psicólogo y sexólogo Patricio Gómez Di Leva, el comentario de Macri –que en menos de dos años hará su ingreso a la tercera edad- revela lo necesaria e importante que es la educación sexual. “Lo que no aprendió el Presidente es que la sexualidad nos acompaña desde que nacemos hasta que morimos. Aprender esto le va a ayudar no solo para transmitir un mensaje, sino en su vida, porque si piensa que la sexualidad tiene fecha de vencimiento y él la fija a los 60,70 u 80, a esa edad se vencerá también para él”, sostiene el autor de Sexualidad inteligente.

Lorena Pratto, trabajadora social y coordinadora de un taller de prevención y promoción de la salud integral para adultos mayores en el Hospital Piñero, apunta contra la naturalización del uso del término abuelo como genérico, lo que reduce el rol de los adultos mayores al lugar de cuidadores de nietos que se definen en torno a esa relación, independientemente de que los tengan o no. En paralelo, se cae en la infantilización del viejo al que hay que tratar como a un niño, y más si tiene algún déficit cognitivo. Al salir del mercado productivo, la sociedad considera que ya no tiene nada que aportar. «Ya no cuenta como persona total, queda en un lugar a ser cuidado, ser protegido (más allá de que el Estado debería establecer políticas para cuidarlos y protegerlos). Pero son desconocidas las necesidades más integrales que estas personas en esta etapa de su vida pueden llegar a tener. Y no son solo necesidades pensadas desde la falta, sino deseos, búsquedas, intereses”.

Rápidos de reflejos, desde la Fundación Huésped respondieron a Macri a través de las redes sociales. “No se sorprenda @mauriciomacri. Los adultos mayores viven su sexualidad”. Es que en el revuelo que generó la frase, vieron la posibilidad de sacar el tema de las sombras. “La sexualidad en adultos mayores muchas veces aparece invisibilizada -dicen-: en producciones culturales, en la publicidad, en nuestro lenguaje o en la familia. Sin embargo cuando el sistema de salud tampoco reconoce que los adultos mayores tienen sexualidad esto puede transformarse en una vulneración a sus derechos sexuales y reproductivos”.

El post iba acompañado de la foto de una mujer mayor a la que se veía muy divertida en el instante previo a lanzar un aro sobre varios penes de goma de colores dispuestos en una mesa. La imagen corresponde a la Kermessex organizada por la institución en octubre pasado como cierre del proyecto «Sexo maduro, sexo seguro», llevado a cabo en conjunto con la Secretaría de la Tercera Edad porteña. En el marco de ese trabajo se realizó una encuesta y entrevistas a unos cien adultos de entre 50 y 90 años vinculados a ocho centros de jubilados de la Ciudad.

Susana Cahn, responsable del programa de capacitación y voluntariado de Huésped, tuvo la oportunidad en una de esas entrevistas de dialogar con una mujer de 84 años que le confesó que le gustaba mucho tener sexo y le agradecía porque era la primera vez que podía hablar del tema. «Las mujeres –además de superar en número a los hombres- eran mucho más receptivas a contar sus experiencias, cuáles son sus prejuicios. Y vimos cabezas muy abiertas. Hay mucho margen para poder trabajar aspectos que no son muy tenidos en cuenta».

Y es que la sociedad mira a sus viejos con ojos de niño. La fantasía de que los padres no tienen sexo se proyecta al resto de los adultos mayores. “Hemos realizado talleres en los que se aborda el tema de las relaciones interpersonales, cómo conocer a alguien, qué pasa en esta etapa de la vida cuando uno conoce a alguien, cuáles son las expectativas, cómo se pone en juego la seducción. Y lo que hay es total apertura y predisposición –coincide Pratto-. Como en cualquier otra etapa de la vida la sexualidad está presente. No está borrada de los sentidos que ponen en juego los adultos mayores”.

Al indagar sobre prácticas y actividad sexual, el trabajo realizado por Huésped reveló que un cuarto de los consultados mantenía una vida sexual activa. Sin embargo, entre quienes no mantenían relaciones sexuales solo el 17% acusó falta de deseo, mientras que el 70% lo vinculó al hecho de no tener pareja.

“A la sexualidad hay que reaprenderla continuamente para poder disfrutarla a cualquier edad. Lo que sabemos a los 15 no es lo mismo que tenemos que saber a los 30, a los 60 o a los 100”, sostiene Gómez Di Leva, para quien el concepto de flexibilidad para adaptarse a los cambios, ya sean físicos o pérdidas (como la del compañero sexual, por ejemplo), es clave en una sexualidad inteligente.

Y una de las mayores dificultades que ven los especialistas en la percepción de la propia sexualidad es que las transformaciones en el cuerpo no van siempre acompañadas de cambios en la cabeza. “Muchas veces las personas de la tercera edad que traen a la consulta el tema de la disfunción sexual es porque quedaron fijados en querer un modelo de encuentro sexual parecido al que tenían en la etapa reproductiva”, dice Magirena. “El problema que tenemos es que la sexualidad de los occidentales gira alrededor de la erección –coincide Di Leva-. Entonces, cuando no está o no es tan buena pensamos que no se puede tener una relación placentera. La erección del señor de 80 no va a ser la misma que la de un chico de 20, pero sí puede tener una erección. E incluso puede tener un encuentro sexual muy placentero sin ella. Por eso los fármacos para tratar la disfunción eréctil ayudan pero son un arma de doble filo, porque mientras sigamos pensando que una sexualidad placentera es igual a erección vamos a seguir dejando afuera un montón de otras cosas que son igual de importantes.”
En esta etapa de la vida la sexualidad se vuelve menos coitocéntrica. “Se va más hacia el lado de la afectividad, del descubrimiento de otros escenarios sexuales. De reencontrarse en un encuentro más enfocado en la afectividad y en el contacto, que en lo reproductivo. La actividad sexual coital es más frecuente durante la etapa reproductiva de la pareja (aunque no está relacionada con el deseo del embarazo)”, afirma la ginecóloga y sexóloga que trabaja en la sexoeducación de sus pacientes con el objetivo de “encontrar la manera de que esa pareja se pueda erotizar explorando otros sectores del mapa erótico del cuerpo”. Y es que a veces las disfunciones o la falta de deseo no son otra cosa que falta de estimulación adecuada.

Que el coito pierda el lugar central está estrechamente vinculado con las modificaciones físicas que atraviesan ambos sexos. El hombre empieza experimentar menos turgencia en la erección, pero el deseo suele mantenerse por más tiempo por una cuestión hormonal. La caída de la testosterona es más lenta que la de los estrógenos en la mujer, que se da de manera abrupta con la menopausia, al tiempo que la vagina también empieza a perder turgencia y a manifestar signos de atrofia que pueden provocar dolor o molestia si no son correctamente tratados.

Esa mujer que clausuró su vida sexual. ¿Es realmente que no quiere tener más sexo o es porque la pasa mal? «El ginecólogo tiene que abrir este espacio. Tiene que saber cuáles son los factores de riesgo de una mujer cuando entra en el climaterio: no solo los cardiovasculares, la osteoporosis, también la atrofia vulvovaginal porque es la determinante de la cistitis, de la molestia, de dolor en el coito, que le genera automáticamente un mecanismo de distrés sexual que la lleva a la falta de deseo», apunta Magirena.

“En general, no hay políticas de salud orientadas a esta población. Toda la impronta en salud es claramente materno-infantil. Y en los aspectos relativos a la salud sexual es aún más manifiesto. Las campañas de controles ginecológicos están orientadas a las mujeres en edad fértil o edad reproductiva. Las adultas mayores aparecen como no sujetas de estas políticas de salud. Y con los varones ocurre algo similar», afirma Pratto.

En 2015, Argentina firmó el tratado de la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores que, en uno de los puntos del artículo 19, establece el fomento a políticas públicas sobre salud sexual y reproductiva de la persona mayor.

El proyecto «Sexo maduro, sexo seguro» arrojó datos preocupantes en ese sentido al revelar que «la falta de información y de campañas de prevención dirigidas a los adultos mayores son una deuda». Siete de cada 10 consultados no se habían realizado nunca un test de VIH. El 63% no había tenido contacto previo con actividades de prevención de VIH-Sida u otras enfermedades de transmisión sexual (ya sea porque no se consideraban en riesgo, no tenían pareja o el personal de salud no se lo había ofrecido). Más de la mitad no había usado preservativo durante su última relación sexual y un cuarto contestó que no sabía o no lo recordaba.

«Los profesionales médicos no indagan sobre estos temas en los adultos mayores, entonces no tienen con quién hablarlo. El problema es que tenemos cada vez más mayores de 50 que ‘descubren’ que están infectados. Entre las personas con el virus, el porcentaje en ese grupo se elevó en pocos años del 7 al 12%. Es una barbaridad.», concluye Cahn.

Fuente:Clarín

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