Una práctica en auge que permite la transmisión inmediata de datos e información. Los dispositivos tienen corto alcance y baja memoria.

De la Redacción de TV Sana

Una nueva costumbre está ganando cada vez más adeptos en este mundo. ¿Cuál? La de implantarse en el cuerpo un chip informático NFC (Near Field Comunications, en español: comunicación de campo cercano). Según cálculos de la empresa “Dangerous Things”, la mayor proveedora de estos dispositivos, ya hay más de 10.000 personas en el mundo con estos adminículos colocados, algunas de ellas, de la Argentina.

Estos chips, de corto alcance, son ideales para el intercambio de información al momento entre los aparatitos -similares a los que se encuentran en los pasaportes y en los smartphones- y que funcionan cuando estos están a una distancia no mayor a los diez centímetros.

¿Cómo funciona? Mediante un campo electromagnético que permite establecer la conexión del lector y el chip receptor. El dispositivo se introduce en el cuerpo con una jeringa hipodérmica, en una o en ambas manos, entre los dedos índice y pulgar. El implantes es subcutáneo, es decir que queda depositado debajo de la piel y el organismo se encarga de formar una capa de proteína para evitar que se desplace.

¿Para qué sirve? Para enviar y recibir información, almacenar contraseñas e interactuar con objetos de conexión a internet. Y según los especialistas, en un futuro, estos mini-aparatos podrían sustituir a los medios de pago, las tarjetas de transporte público, historiales médicos y también servir como geolocalizador.

Si bien se trata de un avance importante, es necesario aclarar que recién es el comienzo del desarrollo de esta tecnología, y que su capacidad de almacenamiento, por ejemplo, es bastante baja, ronda los 1024 bytes (1 kb), capacidad que los imita únicamente a textos. También explican los entendidos que lo ideal es llevar en el cuerpo (lo ideal es la mano, pero puede inyectarse en cualquier otra parte) dos de estos dispositivos y su precio oscila entre los 400 y 1.200 pesos cada uno. Y como no podía ser de otro, modo, el chip no está a resguardo de ataques cibernéticos. Con lo cual, no hay garantías totales de seguridad en cuanto al manejo de la información guardada.

Un porteños de 43 años, llamado Nicolás Batsios, lo lleva consigo hace cuatro meses y le comentó al diario Clarín que “es como tener un granito, casi no te das cuenta de que lo llevás encima.”

Esta práctica encaja en el contexto de lo que se llama “transhumanismo”, una corriente cultural con base científica que adopta la tecnología como herramienta para incentivar la evolución biológica.